Este es mi espacio virtual, en el quiero verter recuerdos, compartir vivencias, contar anécdotas alegres o tristes, expresar libremente mis opiniones e ideas, dar rienda suelta a inquietudes añejas… Revivir nostalgias para matar el gorrión, liquidar esa tristeza melancólica que nos deja un grato recuerdo del ayer...

sábado, 3 de abril de 2010

(III) Francisco Calle Blanco.

Semblanza del fundador y primer director del IPUE “Raúl Cepero Bonilla”.

La personalidad de Francisco Calle Blanco (conocido secretamente por los alumnos como “Pancho el gallego”) uno de los creadores y primer director del “Bonilla” siempre ha sido objeto de discusión entre los que lo conocimos al cursar los dos primeros años del Instituto y sigue dando lugar a opiniones contrapuestas.
Es aun hoy un desconocido que sólo nos mostró algunas de las facetas de su controversial carácter, a través de su modo de ser u obrar; carácter que para la mayoría del alumnado resultaba insufrible.
Imagino que son contadas las personas que puedan conocer hechos de su vida precedente, pues no acostumbraba a narrar lo que le acaeció en su niñez y adolescencia o durante la Guerra Civil Española, ni Sobre las causas que provocaron su emigración y exilio en nuestro país. He hallado una corta biografía en el libro “El Exilio Republicano Español en Cuba” del investigador y narrador cubano Jorge D. Cuadriello y un par de reseñas sobre su persona en la red. Con estos datos y mi opinión personal, daré nuevos elementos que pueden ayudar a conocer algo más y quizá comprender mejor su personalidad.
No procedía de Galicia como muchos pensábamos. Era vallisoletano. Nació en Tudela de Duero el 4 de octubre de 1914. Realizó estudios de magisterio y se graduó en la Escuela Normal para Maestros de la ciudad de Valladolid. Se integra a la Federación de Estudiantes de dicha casa de estudios llegando a ocupar la presidencia de la misma.
Desde muy joven se adhiere a la ideología anarquista y estas inquietudes políticas lo llevan a ingresar en las Juventudes Libertarias con las que interviene de manera directa y activa en las luchas contra la dictadura de Primo de Rivera y la monarquía.
Con la instauración de la República ocupa el cargo de director de una escuela para trabajadores anexa a la Escuela Normal donde había estudiado.
El día 4 de marzo de 1934 participa en las protestas contra la presentación del movimiento refundado de la F E de las JONS (Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista) que se celebró en el Teatro Calderón de Valladolid. Durante el enfrentamiento entre las facciones muere el estudiante de medicina Ángel Abella García, cuya muerte le es imputada. Es apresado, juzgado y condenado a catorce años de prisión menor.
He encontrado dos versiones de este suceso. En una se afirma: “(Francisco Calle Blanco)…tomó parte en un disturbio contra la Falange de Valladolid en el que murió un falangista. Se le responsabilizó por esa muerte y fue condenado a catorce años de prisión…”
La otra, es la crónica de un jonsista vallisoletano de apellido Rodero, que narra los hechos que vivió durante aquella trágica jornada, de la cual les copio los siguientes fragmentos: “Desde las primeras horas del día Valladolid entero vibra con el acto que va a tener lugar en el teatro Calderón. Los grupos rojos se concentran dentro de un torvo ambiente que nada bueno hace presagiar, en la Casa del Pueblo, Ateneo Libertario y domicilio de la C. N. T.
ABC 30 de mayo de 1934
 Mientras dentro del teatro cinco mil hombres confirmaban el éxito del acto… […] Llegó el momento dramático de la salida. Los pasillos del teatro resultaban insuficientes ante la aglomeración y la asfixia. Fuera se oían tiros. Ansiosos de pelea, con la sangre encendida, los camaradas iban saliendo a la calle, pero la fuerza pública, apuntando con las pistolas, obligó a cerrar las puertas del teatro… […] Minutos después se abrieron las puertas. Fuera, en las esquinas, los grupos armados trataban de acercarse al teatro, por más que los guardias luchaban para impedirlo. Suenan los disparos y caen los primeros heridos. "¡Muera España!" grita rabioso el enemigo… […]En las calles, los anarquistas atacan a todo el que lleve corbata, según la consigna extendida. Y en la calle General Almirante, cerca de Zapico, el estudiante de Medicina Ángel Abella García es malherido creyéndole jonsista y muere al día siguiente a causa de las lesiones recibidas. No era falangista, ni siquiera había asistido al mitin. Sus asesinos fueron Francisco Calle Blanco y Luis Rubio Lentijo. Contra ellos se celebró la vista oral del juicio, por asesinato, el día 29 de mayo de 1934, resultando condenado el primero a la pena de 14 años, ocho meses y un día de prisión menor.  El segundo fue absuelto por falta de pruebas...”
El domingo 3 de junio del propio año 1934 es conducido a la cárcel de Chinchilla en Albacete donde comienza a cumplir la condena. Más tarde es trasladado al penal del Dueso en Santoña, Santander, donde permanece hasta que en 1936 sale en libertad gracias a la amplia amnistía decretada por el gobierno de la coalición izquierdista Frente Popular, recién electa. De regreso a Valladolid continúa ejerciendo el magisterio.
Tras el pronunciamiento del General Francisco Franco contra la República, se subleva en Valladolid el General Andrés Saliquet que toma la ciudad y proclama el estado de guerra, por lo que se ve obligado a ocultarse ante el temor de ser represaliado. Durante los años de la guerra civil actúa desde la clandestinidad tomando parte en actos de sabotaje contras las fuerzas franquistas. En 1940, derrotado el bando republicano, intenta escapar a Francia donde resulta detenido y devuelto a España. Es de nuevo encarcelado y se da a conocer entonces como Manuel de la Mata Ibeas, nombre de un cubano a quien conoció en la prisión y supone muerto en la guerra. La usurpación de la identidad del ciudadano cubano le da resultado y luego de diversas gestiones por parte de la embajada cubana es puesto en libertad y deportado a Cuba.
Arriba a la capital cubana en marzo de 1941 manteniendo su falsa identidad. A las pocas semanas de su llegada reinicia su trabajo docente impartiendo clases en el Instituto Edison, también comienza a escribir programas radiales.
Durante la década de los 50 desarrolla una amplia labor docente, dicta conferencias en el programa radial Universidad del Aire que luego son publicadas, igualmente publica varios artículos en la revista Vida Habanera. En 1953 imparte un cursillo sobre la historia de la filosofía ante la Sociedad Cubana de Filosofía. En 1954 uno de sus textos es publicado en el volumen Idea de la Historia de la Filosofía. En ese año también imparte clases en la Escuela de Bachillerato del Colegio Hebreo Autónomo del Centro Israelita de Cuba, del cual es nombrado director.
A finales de la década asume la presidencia de la organización de españoles republicanos “Junta Española de Liberación”, que con el triunfo de la revolución y aupada por el aumento de las críticas hacia el régimen franquista en la prensa cubana, incrementa la labor de activismo político de los exiliados españoles en Cuba. Paralelamente en 1959 asume otras tareas de carácter docente que le son asignadas por el nuevo gobierno revolucionario con el cual simpatiza fervientemente.
A principios de 1961 se le designa la labor de asesor técnico de la campaña de alfabetización. En abril de ese año a raíz de la invasión de Bahía de Cochinos, es delatado y acusado de contrarrevolucionario, por lo que es detenido y sin mediar juicio alguno, recluido junto a otros cientos de sospechosos en la prisión de la Fortaleza de la Cabaña, donde permanece por espacio de dos meses.
Al salir de la prisión y comprobarse que la acusación era falsa se reincorpora a las actividades docentes. Es entonces que realiza el proceso legal para recuperar su verdadera identidad.
En 1962 es requerido por el Ministerio de Educación para poner en marcha la idea de crear un Instituto Preuniversitario de características especiales, donde se educaría un grupo de los alumnos más destacados de la enseñanza secundaria. Se aspiraba con ello realizar una experiencia sin precedentes en la esfera docente, con novedosos métodos de enseñanza que se extendieran más allá del estrecho círculo en que se había desarrollado hasta ese momento la enseñanza del bachillerato. Idea que también pretendía dotar a estos estudios de un contenido más dinámico, amplio y profundo con mayor significado ético y humanístico, para así preparar la cantera de los futuros cuadros dirigentes e intelectuales que demandaban los fabulosos planes de desarrollo que se concebían en aquellos momentos.
La idea se materializa y el 3 de diciembre de 1962 funda con el primer grupo de alumnos seleccionados en todo el país, el Instituto Preuniversitario Especial “Raúl Cepero Bonilla”.

El Francisco Calle Blanco que conocí.
Alto, delgado, pelo entrecano, rostro severo, mirada penetrante, fuerte dejo español en su hablar. Eterna bata de hilo blanco de grandes bolsillos y cuello chino, como las que solían usar entonces los médicos, profesores y otros profesionales. Fumador empedernido, representaba más de lo 48 años que tenía en aquellos momentos.
Se pueden contar cientos de anécdotas sobre su proceder irascible e incontrolado. De la forma, en ocasiones vejatoria, en que acostumbraba a llamar la atención o enmendar la plana tanto a los alumnos, como al personal docente y administrativo, proceder que más que respeto, inspiraba temor y rechazo.
Algunas de las medidas que imponía, como por ejemplo la prohibición de sentarse o andar juntos las parejas de novios, eran arbitrarias, incomprensibles o fuera de lugar.Quizá muchos de los que lo conocieron en tales circunstancias y sufrieron sus extremismos, improperios e invectivas le guarden rencor, incluso hasta puedan sentir odio hacia su persona.
Como nunca he albergado tales sentimientos y no deseo airear malos recuerdos, voy a hablar de la otra cara de la medalla, de la parte positiva de este personaje, que para mí poseía una perspectiva pedagógica, para entonces avanzada.
Recuerdo su entrega total a aquel experimento. Era el primero en llegar y el último en dejar el plantel. Podía vérsele supervisándolo todo, lo mismo al romper el alba que después de sonar la hora de irse a la cama. Trabajaba con convencimiento, pasión y entrega total a aquella idea que había ayudado a poner en marcha, a tal punto que llegaban a nuestros oídos los ecos de las broncas que protagonizó en el Ministerio de Educación, para defender los cambios docentes que había auspiciado e introducido en el “Bonilla”, que le costaron el puesto antes de finalizar el segundo curso en 1964.
No consta en su biografía que realizara estudios superiores en los que hubiese alcanzado el grado de Doctor con el que se hacía llamar. El hecho de ser poseedor de una cultura vasta y sólida, que le hizo ganar el sobrenombre de “Enciclopedia con patas”, me hace suponer que fuera un gran autodidacta. Lo demuestra la variedad de temas sobre los que podía disertar, ya fueran de carácter filosófico o sobre la Reforma Agraria, acerca de la cual impartió una conferencia en enero de 1960 en la Casa de Las Américas. Además todos sus alumnos pudimos constatar que tenía profundos conocimientos de múltiples materias, entre ellas las matemáticas, la física, la química o la historia, pues respondía ampliamente, sin vacilación y con agrado a cualquier consulta que le hiciéramos.
Como profesor tenía métodos de enseñanza sumamente pedagógicos. Las clases de historia del antiguo Egipto que nos impartió, las puedo catalogar de amenas, instructivas y con métodos muy didácticos. Nos proyectaba imágenes de pirámides, faraones y de la vida en el valle del Nilo, sacadas de las revistas National Geographic Magazine. Cierto día trajo a clases una pequeña estatua de un faraón que, según su versión, había hallado a los pies de la pirámide de Keops. Junto con la figurilla nos mostró el certificado de autenticidad expedido por el Museo del Cairo.
Algo de lo que me di cuenta muchos años después de mi graduación, es que a pesar de la atmosfera revolucionaria que se respiraba en aquellos tiempos, no solía poner mucho énfasis en nuestra preparación ideológica, no acostumbraba a arengarnos con muelas ni teques de carácter político, que fueron el pan nuestro de cada día en años posteriores.
Algunas veces mostraba su parte más humana, como cierto día en que jugando yo con un pequeño sable abrecartas, se lo clavé en un antebrazo a René Orozco. Pensé que le había cortado la vena cubital, pues de la profunda herida comenzó a brotar gran cantidad de sangre, por lo que hubo que llevarlo con urgencia al policlínico donde le dieron varios puntos de sutura. Al regresar ya pasadas las once de la noche, Orozco venía acompañado de nuestro director. Imaginé que me recibiría con una sarta de reprimendas y gritos (lo que era bastante usual en él); pero no, al verme lo nervioso que me encontraba, parece que se compadeció y luego de pedirme el “arma homicida” puso la mano en mi hombro y dijo algo así: “Ahora vallase a dormir y tenga más cuidado con los juegos de manos”. En este sentido también cabe destacar su empeño en construir una “fuentecilla con pececillos” para alegrar aquel sombrío patio interior del colegio de la Víbora y otras medidas que tomó para hacernos más llevadera la vida de interno en el plantel.
En una ocasión alguien le preguntó el porqué no mandó a retirar aquella estatua del santo fundador de la congregación de Los Hermanos Maristas Marcelino Champagnat rodeado de niños, que se encontraba en el patio del colegio y mostrando su lado más racional contestó que aquel conjunto era una obra de arte que merecía permanecer en su lugar, pues como tal era digna de contemplación. En algunas fotos recientes del plantel he notado que alguien mucho más irracional, privó de las cabezas a aquel conjunto.
Este es la imagen de “El Pancho” que llevo en mi memoria, los recuerdos de aquellos escaso dos años en que le conocimos como director del IPUE. Pienso que a pesar de todos los defectos y desaciertos que puedan achacársele, trabajó honestamente, con entusiasmo y dedicación para darnos una educación de una relevancia y calidad no conocida hasta entonces, ni siquiera en los antiguos colegios privados que existieron en Cuba hasta el año anterior a la fundación del “Cepero Bonilla” y que a muchos de nosotros nos cambió radicalmente la forma de ver y actuar en la vida. Creo que es un mérito que nunca se le ha reconocido, un gran mérito que no se debe, ni puede escamoteársele.
La labor que desarrolla posterior a su destitución como director del “Bonilla” se reduce a trabajos docentes de poca envergadura. Imparte clases en el Preuniversitario de La Víbora, en la Escuela de Técnicos de Bibliotecas y en la Escuela de Periodismo, también ofrece conferencias en la Biblioteca Rubén Martínez Villena, del Ministerio de Educación.
El único “reconocimiento” que le hace el gobierno revolucionario por la culminación de toda una vida dedicada a la enseñanza, es la entrega de una irrisoria medalla XXV Años Dedicados a la Docencia.
Fallece en La Habana el 5 de mayo de 1997.